“Hoy es un buen día para recordar que el adversario no es un enemigo y que no respetar a quien no piensa como usted degrada la democracia. Debería dar vergüenza a un senador pronunciar insultos. Yo le escucho con respeto y usted debería hacer lo mismo. Que yo piense distinto a usted no quiere decir que esté contra usted. Y no puede tolerarse todo, ni mucho menos el insulto”. Estas palabras fueron pronunciadas por el ministro de Exteriores del Gobierno de España, José Manuel Albares, cuando fue interrumpido por el insulto que contra su persona profirió un senador del Partido Popular en una sesión de la comisión de Exteriores celebrada en el Senado. Pero lo más significativo, además de la normalización que de la injuria, la calumnia y la mentira han conseguido hacer en el debate político partidos como los que representa el mencionado senador, es que este incidente tuvo lugar a las pocas horas de que el presidente del Gobierno compareciera ante la ciudadanía para denunciar la arriesgada deriva emprendida por un Partido Popular radicalizado y en competición con Vox por enfangar la convivencia ciudadana buscando obtener réditos electorales y, de esta manera, llegar al poder con un peligroso “todo vale con tal de que deje de gobernar la izquierda”.
El presidente Pedro Sánchez, en una decisión inédita hasta ahora en un dirigente político, decidió “parar y reflexionar” para, inmediatamente después, asumir el compromiso, según sus propias palabras, “de trabajar sin descanso, con firmeza y con serenidad por la regeneración pendiente de nuestra democracia”, que no es otra cosa que recuperar para el debate político el respeto a la ciudadanía, el respeto a las instituciones y el respeto a la verdad.
Lamentablemente, ese mencionado senador del Partido Popular, propenso a sustituir argumentos por insultos, demuestra no haber comprendido nada. Y, lamentablemente, el Partido Popular, cada vez más cercano en el fondo y en las formas a Vox, tampoco parece que lo haya comprendido si nos atenemos a lo que dijo ese mismo día el alcalde de Madrid, durante la sesión del Pleno del ayuntamiento y con palabras irrespetuosas, lanzando acusaciones contra Pedro Sánchez basadas en un bulo que un medio digital de cuestionado origen puso en circulación por Internet y que el propio alcalde ya sabía que era falso.
O quizá sea que los partidos políticos que representan en España a la derecha y a la ultraderecha no quieren comprenderlo, entregados a esa deriva de crispación social que Donal Trump en Estados Unidos, Milei en Argentina o Meloni en Italia, por ejemplo, les incitan a emular. ¿Queremos para España lo mismo? ¿O merece la pena parar y reflexionar?
Curiosamente, con esa política de fango, PP y Vox están consiguiendo que pasen inadvertidos en el debate político, por ejemplo, datos como que, a fecha de hoy, el PIB y el crecimiento económico de España es el mayor de la Unión Europea, que con el actual Gobierno presidido por Pedro Sánchez se ha experimentado la subida del Salario Mínimo Interprofesional más importante hasta el momento, que las pensionesestán recuperando poder adquisitivo, que España lidera la creación de empleo en Europa, que nuestro país encabeza la contención de la inflación, que el control de déficit público se mantiene… Pero también y curiosamente, con esa política de fango, PP y Vox están privando a la ciudadanía del debate, por ejemplo, sobre la situación en la que se encuentran la sanidad y la educación públicas, los problemas de acceso a la vivienda de sectores importantes de población o las necesidades de atención social de personas dependientes, asuntos que son en gran medida competencia de las comunidades autónomas y que, al estar muchas de ellas gobernadas por el PP en solitario o con el apoyo de Vox, ese barro en el debate político sirve para eludir responsabilidades de rendir cuentas.
Personalmente, estoy convencido de que lo que en estos momentos más conviene a la sociedad española es parar y reflexionar. Y que de esa reflexión lleguemos todos al convencimiento de que no puede emplearse el odio, el enfrentamiento, el insulto, la mentira y la calumnia contra los adversarios políticos para alcanzar el poder, porque, de alcanzarse de esta manera, se tendría que seguir utilizando odio, enfrentamiento, insulto, mentira y calumnia para mantenerse en él. Y eso significaría acabar con la esencia de la democracia en nuestro país, convertir nuestra Constitución en papel mojado y hacerle a España el mayor de los daños, por mucho que quienes así actuasen no dejaran de dar vivas a España, a la Constitución y a la Democracia mientras ondean banderas nacionales de tamaños descomunales.
En las próximas convocatorias electorales, la ciudanía tendrá la última palabra sobre todo esto y así lo manifestará con su voto. De lo que no cabe duda es que, como país y como sociedad, nos jugamos mucho.
(*) Rafael Llamas Salas es secretario General del PSOE-A de Montilla y alcalde de Montilla